lunes, 27 de junio de 2011

Recuerdo de la infancia 1

Cuando éramos chicos, mis viejos tenían una Ford de esas con cabina blanca y parte de adelante roja. Esa camioneta era un integrante más de la familia, la tuvimos en Bariloche y fue la que nos llevo hasta Buenos Aires el día que tuvimos que mudarnos.
Con mis hermanos viajábamos en la cabina de atrás, separados de mis viejos  por un vidrio. El día que vinimos a vivir a Buenos Aires, llenamos la cabina de colchones y viajábamos re cómodos, era como un colchón gigante. Me acuerdo del día que llegamos, porque había una nube negra sobre capital, cuando pregunté mi viejo me dijo que era el humo de los autos. También recuerdo el olor húmedo y dulzón de la casa de mi abuela, que después sería mi casa y perdería la magia.

Esa camioneta nunca se rompió, son contadas las veces que la llevamos al mecánico, pero en un momento, el tiempo y el desgaste empezaron a hacer efecto y el piso de adelante se resquebrajó todo. Del lado del acompañante, había un agujero que cada día era más grande. Recuerdo que mis viejos lo tapaban con unas alfombras, pero si mirabas bien, podías ver el asfalto moviéndose debajo del coche.

Con mis hermanos vivíamos peleando, nos pegábamos y gritábamos por cualquier cosa. Mi viejo se pasaba la mitad del viaje golpeando el vidrio para que paremos. Y nosotros, que no podíamos controlar nuestro genio, seguíamos peleando incansablemente.

El terror nos invadía cuando papá, harto de escucharnos, frenaba el coche. Me acuerdo del pánico que me daba ese momento, acompañado con el silencio instantáneo que generaba su frenada. Abría la puerta y nos retaba a grito pelado. Luego retomaba el viaje, y una vez olvidada la frenada, volvíamos a pelearnos.

Una de las sensaciones que siempre me quedó presente, fue una vez que mamá me compró unos caramelos de naranja, iba chocha comiendo, hasta que me empecé a marear y de ahí en más, nunca pude volver a comer nada con gusto a naranja. Me remite a ese día de calor intenso y la parte de atrás del auto moviéndose al ritmo de mis nauseas.

Instantánea 1 - "Biblia"

El verano en que nos fuimos de mochileras a Uruguay con Camila, decidimos llevar, aparte de nuestros libros, uno para leer en común. Como no somos personas normales se nos dio por llevar la biblia. No por religión, sino porque luego de 5 años de educación religiosa, nos dimos cuenta que nunca le habíamos prestado real atención. La leíamos para aprobar parciales y no recordábamos nada. También nos interesaba la idea de  volver a leerla y contraponer la visión de la infancia con la de adultas. Al menos una vez al día, tomabamos la biblia y leíamos en voz alta sus pasajes.
En ese verano llegamos a conclusiones cómo: "dios es caprichoso y si haces algo que está mal, no te explica por que y te castiga", "El arca de Noé no es tan emocionante como recordábamos", "A los judíos no le sale una bien" y otras que no puedo decir en voz alta pero tienen que ver con comentarios del diguiente tenor: "para mi que David debía estar bueno"
Cuestión, es que ya íbamos por la página 200 y Cami me dice: "Che nena, no era mala suerte decir el nombre de dios en vano?"


Hoy, años después, puedo certificar que si lo es. Aunque no me crean después de eso: se me inundó la casa, tuvimos plaga de abejas y ratas en la casa, se me rompieron los caños de la cocina y un par de cosas que ya no recuerdo..
A todo esto, saben q el arco iris sale, porq dios hizo un pacto con Noé? y sale para certificar que siempre que llueva va a parar??  Ustedes podrían pensar: te leíste toda la biblia y te acordas solo eso?

Bueno, no es que me acuerdo solo eso, pero fue uno de los datos más relevantes, o al menos me quedó dando vueltas en la cabeza. Estábamos de vacaciones, che! hay que poder prestarle atención a Camila leyendo cuando tenes 4 nenes jugando a la pelota en la playa y el churrero pasando cada medio minuto!

sábado, 25 de junio de 2011

Detrás de esa meta no hay, ahora, otra meta.


“Destruir al hombre es casi tan difícil como crearlo: no ha sido fácil,  no ha sido breve, pero lo habéis conseguido alemanes. Henos aquí dóciles bajo vuestras miradas: de nuestra parte nada tenéis que temer: ni actos de rebeldía, ni palabras de desafió, ni siquiera una mirada que juzgue.” Primo Levi]

Estamos yendo hacia nuestra auto destrucción, pero no sin antes hacer un proceso largo y doloroso.
Somos una masa sin conciencia que sigue el movimiento de los demás, nos unimos a grupos sociales que nos indican como pensar. Creamos nuestros propios estereotipos y nos cegamos con falsedades los unos a los otros.

Sistema creado por nosotros mismos para no ir hacia ningún sitio y del cual ya no tenemos control. En esta farsa hay rutinas y reglas absurdas, las cuales nos permiten pensar que controlamos las cosas. Somos reticentes al cambio, odiamos lo diferente y lo desconocido, porque todo eso requiere un esfuerzo de comprensión y cambio, que siempre atenta contra nuestra falsa seguridad de mundo. Esto se mantiene en pie, porque no intentamos entender, solo creamos preguntas, de las cuales no queremos saber la respuesta.
  
Las ciudades son lugares solitarios, grises, donde los vínculos entre personas son mínimos, superficiales. Cada día nos acercamos más a las maquinas y menos a los hombres, nos movemos por inercia, no tenemos valores ni moral, todo tiene un precio.

No nos importan los demás , solo queremos satisfacer nuestras necesidades egoístas. Amamos y tenemos amigos para soportar el tedio cotidiano, transitamos la ciudad sin mirar a nadie, el mundo puede caerse delante nuestro y mientras no afecte nuestra persona no nos interesa.

Esto es así, porque creemos que no necesitamos a los demás, porque creemos que lo único que importa es nuestra existencia particular. La necesidad de sentir que somos importantes, de que somos algo y que para algo estamos en este mundo es lo que nos lleva a esta construcción ficcional.

Si entendiéramos que las relaciones humanas están entre las necesidades más elementales, sabríamos que estamos aquí de paso, pero estamos de paso, con otras personas, y que si pensáramos menos en nosotros y dejáramos de creer que somos el centro del universo, podríamos compartir los mundos de otras conciencias que también están presentes en el momento y lugar que nos toco vivir. Y que en el fondo es lo que llena nuestra corteza. De qué sirve tener conciencia, si no hay con quien compartirla? De qué sirve comer, dormir, si alguien, al lado nuestro, tan o mas importante que nosotros sufre? Tanto sacrificamos si resignamos algunos placeres para que otros puedan vivir con la misma dignidad que nosotros?

Nuestra personalidad es frágil, debemos tener ciertas necesidades básicas cubiertas, sino todo nuestro mundo y prioridades cambian. La sociedad funciona, porque una minoría poderosa y una masa uniforme y sin reflexión, se  sienten cómodos en ella.

El miedo a que la sociedad en que vivimos cambie, nos hace encausarnos en un círculo vicioso. Su objetivo? Ninguno. Solo alejarnos del pensamiento desolador de aceptar quienes somos.

Estamos frente a nuestra destrucción, pero lo negamos porque no podríamos soportar nunca ver esta verdad. Conferimos poderes absolutos a instituciones, las cuales nos guían por el camino elegido, el de la falsa creencia de tranquilidad.

Creamos una gran cadena de tareas, obligaciones que hacen que todo funcione correctamente. Y sin embargo, por lo arbitrario de esta conducta, el sistema esta plagado  de ironías. Que es el progreso? Ir hacia delante? A donde? Ser perfecto? Tener la familia "ideal"? Son fachadas para no pensar, para poner "objetivos" que nos tranquilicen a corto plazo. Y cuándo surge la angustia? cuando hay una grieta en esta cadena sin sentido?? una pastilla soluciona todo, nos adormece, ya no tenemos que pensar....

Y así es como vivimos hoy, nunca llegaremos ni haremos nada, construimos nuestra propia torre de vigilancia que nos controla a nosotros mismos. Controla que ninguno se arrepienta del pacto firmado, del destino elegido. Vigila que nadie vaya a rompe este tiempo detenido en donde todo es igual. Vivimos una y otra vez lo mismo, incansablemente hasta lo inevitable que es las destrucción final de la raza. Que es de lo que huimos, pero en realidad es a lo que queremos llegar. Vamos semi-conscientes hacia una destrucción de la raza y el alma, por eso no decimos nada y aceptamos silenciosos, porque sabemos que somos cómplices de nuestro destino.

Lo que realmente nos mantiene vivos no es el anhelo del futuro, sino la falta de conocimiento del mismo,  lo que nos mantiene vivos es  el presente.

Somos hombres del presente, y el futuro al que aspiramos es tan ínfimo que es presente. Porque si realmente viéramos el pasado y el futuro en su plenitud, si realmente esperáramos algo del futuro, no podríamos soportarlo, porque nos encontraríamos ante la verdad, que es la circularidad de la vida sin fin ni propósito.

La finitud de nuestro cuerpo es lo que nos hace funcionar, es nuestra pulsión mas intima. Nos preservamos, porque sabemos que somos finitos y eso nos da miedo, pero contradictoriamente es lo que nos da ganas de aprovechar al máximo y explotar el mundo sin detenernos a pensar.
Y al fin, cumplimos con nuestra tarea que es la de relacionarnos con otras almas y seguir el movimiento del mundo. Pero no porque realmente queremos y entendemos que eso es lo que nos construye y nos llena, sino por inercia

El camino que nos queda es el de cargar nuestros nombres de sentido, de crear un mundo en el que se recibe para dar. En el que nuestro cuerpo y conciencia dejan de tener importancia, para combinar nuestra alma con otras almas y generar otra energía. Sin sentido mas que el de interactuar con los otros, pero desde la sinceridad. Dejar de pensar que pasa luego de la muerte, o si este sistema infinito sirve para algo, pensar al fin de cuentas, que hago con la vida, que hago con este momento en el que mi conciencia vive.

Después de la muerte, pensaremos que hacer, pero mientras tanto, vivr nuestro presente inmediato, que al fin de cuentas es lo único que estamos seguros que podemos mejorar.