viernes, 21 de octubre de 2011

ominona

Trata de leer la carta una vez más, recorre las frases lentamente pero no comprende nada. No logra darle significado. Está desesperada, sabe que detrás de esas palabras hay algo importante, que debería entender, pero está muy cansada para hacerlo, su cuerpo ya no le responde, la vista le duele. Tiene un nudo en la garganta, trata de enfocarse nuevamente en la carta, no puede contenerse y empieza a llorar, las gotas corren la tinta deformando las letras. Quiere dejar de llorar y no puede, quiere correr la carta para que no se moje pero se queda inmóvil. Hasta hace un día podía leer perfecto, entendía todo, pero hace horas que no logra hacerlo. Le duele el pecho y la desesperación empieza a invadirla, mira por la ventana, entiende que hay un árbol, que el cielo está gris porque llovió, que hay un perro ladrando. Lo ve correr agitado de un lado al otro, pero una correa de metal detiene su camino y lo asfixia cada vez que quiere salirse de los límites. Sus aullidos son tristes, llantos ahogados por la cadena que tiene en el cuello. Ella sabe el nombre del perro, trata de recordarlo y no puede. Era un nombre gracioso, cuando se lo dijeron estuvo un rato riendo ¿cómo podía haberlo olvidado?. Lo veía tan indefenso ahí afuera, tratando de correr con ese peso en el cuello. Una crueldad.
La carta esta borroneada, ilegible, pánico, le tiemblan las manos, sabe que nunca sabrá realmente que dice, no quiere pedir ayuda, no quiere que nadie sepa lo que dice en ese pedazo de papel. Cierra los ojos, sabe las palabras de memoria aunque no entienda lo que dicen. El perro deja de ladrar, se hecha al piso frío y se resigna a ver la lluvia debajo del árbol. Se queda tildada mirándolo, ya no puede llorar más, ya no puede leer más, ya no quiere saber más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario