martes, 23 de agosto de 2011

Cosas que te pasan si estás viva 2

Creo que tengo todas las prioridades mal puestas. Pensar siempre en uno mismo es muy solitario. Estamos rodeados de gente interesante, llena de anécdotas, energía diversa y decidimos aislarlos en nosotros mismos, en como vivimos desde nuestro centro. Nunca nos ponernos en el lugar de otro, vivir como lo haría otro, escuchar sus experiencias, aprender, llorar, divertirnos.
Hoy conocí a  una persona muy especial. Hace más de un año que compro comida china en la esquina de casa, siempre llego con un cordial saludo, pido las empanaditas de verdura y salsa agridulce y me siento a esperar. Me divierte escuchar las discusiones que se generan entre el matrimonio que atiende el local. Siempre en su mundo, tal vez no se gritan, según mi viejo el chino es un idioma militar y por esto es tajante y se dice en tono fuerte. A lo mejor se cuentan cosas sobre sus hijos, sobre viajes o charlas filosóficas, que observadas desde mis ignorantes ojos parecieran peleas encarnizadas.

Hoy fui melancólica, sintiendome realmente mal, por eso me costó más de lo usual el saludo formal de siempre, la dueña del local estaba limpiando y trate de esbozar una sonrisa. Creo que lo notó y luego de tomarme el pedido me empezó a hablar del saco que yo tenía puesto. Me miro y me dijo: “ese saco es de Gucci” , negué con la cabeza y le expliqué que era un saco viejo, que le robé a mi mamá en busqueda de estar abrigada este invierno. Ella siguió insistiendo hasta que vino al lado mío, me corrio el pelo y se fijó en la etiqueta. Decepcionada leyó que era de otra marca y volvió detrás del escritorio. En ese momento, no se porque se me ocurrio mencionar lo frío que estaba el tiempo y ella me contó que en china hacía mucho calor, una cosa llevó a la otra y me contó la historia de su familia. 

Su marido vino en el 92 y cuando logró asentarse  a los pocos años, vinieron ella y sus hijas. Al parecer su hija mayor que tiene mi edad, fue en el verano a conocer China, o en realidad a volver de grande ya que su infancia la pasó en ese país. Un día llamó a la madre por teléfono y le dijo que se sentía muy cómoda allá y que iba a quedarse a vivir. Por un momento pense en mis padres, en el viaje que estoy haciendo y en lo difícil que sería para ellos y para mí vivir separados, en países tan distintos y lejanos. Y me estremecí y nos miramos cómplices. Por un momento pude ver la tristeza en los ojos de esta señora, con la cual me saludo hace un año pero nunca miré realmente.Y fue extraño, salí movilizada, enojada con migo misma por ser tan cerrada, por no ser más una niña y clausurar charlas interesantes, por no dejarme tocar por nadie, por no escuchar a la gente con la que vivo día a día y más que todo, porque me gustaría conocer a todos, y escuchar lo que tienen para contar, historias que suceden  en este plano y llenan el alma y uno pasa indiferente sin que nada le de curiosidad. Y esa mujer necesitaba un abrazo y yo también y no pude dárselo porque en este mundo que creamos ese tipo de gestos no están permitidos y la cordialidad pone barreras que son difíciles de romper porque están naturalizadas y no las pensamos. 
Pero no quiero ser así, no quiero vivir mi vida sola sin sentir y escuchar  a los demás y menos que menos viviendo solo mi verdad. Entender y ponerse en el lugar del otro es doloroso, porque es entender que no todos pensamos igual y eso nos lastima, porque nos creemos seres acabados y perfectos que son protagonistas de su vida y todos deberían actuar como nosotros lo esperamos. Y la señora que se peleaba con su marido y era solo la dueña de un local chino, pasó a ser una persona con la cual me sentaría a tomar un mate y que me parece sumamente interesante. 

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