jueves, 25 de agosto de 2011

Cosas que te pasan si estás viva 3

Hoy salí del laburo como todos los días, las piernas se dirigieron de forma automática hacia la estación de subte. Recorrí mecánicamente las calles conocidas, mientras en mi mente circulaban pensamientos diversos que me aislaban del mundo, me transportaban a un pasado conocido y un futuro poco claro.

En este estado de ausencia entré en el vagón de subte, cuando íbamos por las estación de Tribunales subió un nene de 8 años, con el pelo teñido de rubio, pantalones de boca y zapatillas gastadas. No le presté atención, la música sonaba en mis oídos y nada me desconcentraba. A los pocos minutos algo empezó a molestarme, el nene de 8 años empezó a cantar a los gritos, superponiendo su voz a mi música. Luego de luchar inútilmente en mi cerebro por priorizar la música a su voz, cedí y me saqué los auriculares. Miré al nene y recién en ese momento lo vi. Cantaba la canción  "Color esperanza" con un odio y dolor desgarrador. Al instante me puse a pensar en este niño, subido en un vagón de subte, rodeado de miradas indiferentes, gritándole al mundo su presencia.

Por unos minutos este niño fue real para mi  y pude sentir la angustia oculta en su voz, la cual repetía una letra sin contenido vacía luego de horas de repetición
 mecánica.Y mis pensamientos volvieron a activarse: "darle o no plata? si le doy colaboro con esta explotación y si no le doy capaz es peor. ¿Cómo le digo que lo entiendo? o que en realidad no entiendo y que me siento cómplice de que él esté cantando por unas monedas en vez de estar jugando como un niño. Pensé en darle monedas para que sepa que lo escuché, que si hay alguien del otro lado, pero sería mentirle, porque no hay nadie, porque está solo y nadie lo escucha. Y así como entró en mi vida por unos minutos, desaparecerá de ella cuando me baje del subte y la música vuelva a sonar en mis oídos.

Los pensamientos se cortaron cuando el niño pasó por al lado mío, le dí unas monedas tratando de encontrar sus ojos, pero estaban perdidos en el piso. Cuando volvió a pasar nos encontramos, se dio cuenta de mi mirada y tomé forma en su mundo. Esto lo descolocó y se quedó mirándome extrañado pero curioso y me hubiera gustado decirle cual niña que fui: ¿Queres ser mi amigo?

Y  no lo hice, y su mirada siguió de largo y ya no se si este niño es real.


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