domingo, 18 de septiembre de 2011

Etmol, manar, ha iom.


Veo el mar a lo lejos, el sol empieza a esconderse en el horizonte y su luz es tan fuerte que enceguece mis ojos. Intento mirarlo pero me duele, me acerco cada vez más a la orilla, necesito refrescar mi cuerpo cansado. El contacto con la arena es placentero, pero solo puedo pensar en sentir la espuma fría en los pies. Camino lo que me parecen kilómetros y finalmente llego.

Cuando se produce el contacto con el agua me decepciono, el agua es tibia, me descoloca porque no es fría y no me refresca. Por un momento extraño el mar argentino, que se hace presente de forma dramática ante   quienes lo intervienen. Este es más bien un mar "comercial", de propaganda de bronceador. Cuando la decepción inicial pasa, miro mis pies y comienzo a jugar como una niña, saltando las olas y pisando la espuma. Fantaseo con las miles de personas que pisaron estas playas, me agobia pensar que sería de este lugar hace siglos, virgen sin los hoteles que se alzan como paredes detrás mio. Imágenes de películas viejas vienen a mi mente, son mundos cliché que recuerdo de la tele y películas que miré desde chica.

Extraño la soledad del mar argentino, las playas largas, acantilados y piedras sobre el mar, el viento frío las olas violentas, la arena áspera.

Se hace de noche y no me doy cuenta, mis pies están en Tel Aviv y mi alma en Argentina, a mi alrededor escucho gente hablando pero no entiendo lo que dicen, de fondo las luces de los hoteles internacionales me encandilan....

2 comentarios:

  1. volveee!! te llevo a mardel :)

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  2. Wow... Que diferencia, para mi el mar argentino no me gusto nada, demaciado frio, la arena espesa y no logras sacarla con nada, el frio impresionante y que decir de las piedras que no sabes como lograr esquivarlas, definitivamente la patria te condiciona y sobre todo te llama saludos!

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