miércoles, 21 de septiembre de 2011

Luces naranjas


Es de noche, escucho el ruido de los autos en calles lejanas. Estoy parada delante de tus cuadros, uno me llama la atención y lo miro atentamente, recorro las lineas negras, las manchas rojas y me freno en lo que entiendo es una persona sentada sobre un fondo marrón. Un escalofrío recorre mi espalda, la ventana se abre de golpe y me toma por sorpresa, pego un salto y mi corazón se acelera. Se que no debería estar acá, no se ni como llegué a este punto, me siento ajena.

Miro las pinturas pero no logro anclarles significado, pertenecen a una vida que nunca fue mía, de la cual nunca me hiciste parte y siento como si estuviera haciendo algo malo, viendo algo que no debería.
Entrar a tu casa fue fácil, esperé a que salgas con el auto y me escabullí por la cochera, subí las escaleras que tan bien conozco y entré a un cuarto oscuro, sin vida. Figuras extrañas me hicieron dudar, cuando mis ojos lograron acostumbrarse conduje los pasos hacia el estudio, lugar sagrado al que nunca me invitaste a entrar. No me animo a prender la luz, tengo miedo de que las pinturas cobren vida y me enfrenten a la realidad. Siento nauseas de solo pensarlo y las piernas me flaquean. Tengo el impulso de salir corriendo, pero la curiosidad es más fuerte, tengo que saberlo. No puedo seguir así.

Por la ventana entra un haz de luz azul, las pinturas toman un color intenso y siento las caricias de tus manos en mi nuca. Se lo que estoy buscando, pero no quiero encontrarlo. Corro los marcos cuidadosamente, se que si no los coloco en el mismo lugar vas a darte cuenta que un extraño profanó tus obras. Finalmente encuentro lo que busco, veo tus ojos y se me pone la piel de gallina, siento un nudo en la garganta y las lagrimas nublan mis  ojos. Logro contener un grito y caigo al piso de rodillas. Mi cuerpo se mueve agitadamente y no puedo parar de llorar, intento pensar pero no puedo. Al cabo de unos minutos escucho una bocina en la calle y me paro de golpe, coloco los marcos en su lugar y salgo sigilosamente por el balcón. Todo quedo intacto, pero algo cambió.

Corro hasta quedarme inmóvil.



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