miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ole.

Las heridas que me hiciste cicatrizaron mal y con el tiempo se generaron costras duras que no me permiten mover los brazos. Empiezo a rascarme compulsivamente, arranco las cascaras duras que me inmovilizan y las heridas empiezan  a sangrar repentinamente, hilos de sangre espesa recorren mis piernas. Intento cocer la piel sin éxito, vendo las heridas con telas pero la sangre sigue brotando sin control. Mi cuerpo se tiñe de un rojo intenso y tengo las manos enchastradas, pegajosas. El pecho se hincha y me cuesta respirar. Los ojos empiezan a hacer presión en mi cabeza, laten al ritmo de mis venas y me dejan ciega. Mis piernas se quiebran y caigo de rodillas al piso. Los dedos de los pies empiezan a pudrirse y caen uno a uno generandome un dolor desgarrador. Tengo un nudo en la garganta y empiezo a ahogarme, el poco aire que llega a los pulmones se escapa por las cicatrices abiertas. Trato de pararme pero pierdo la estabilidad y caigo de cara al piso, el asfalto quema mi rostro, siento el olor del alquitrán caliente y me doy cuenta que nunca estuve tan viva como hoy.

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