sábado, 10 de septiembre de 2011

Pasajera en trance

Luego de 3hs de ansiedad y espera subo al último vuelo que me lleva a Israel. Miles de fantasías sobre mi futuro recorren mi mente. Me acomodo en el asiento y luego de un rato sube Shani, una chica joven de 23 años, pelo oscuro, ojos negros y mirada inquieta.
Sentada leyendo una revista, envuelta en mis pensamientos y adolorida de tanto vuelo, le dedico una sonrisa amarga y sigo leyendo. Siento que me mira y apenas saco la vista de la revista me pregunta atropelladamente de dónde soy. Le digo que soy Argentina y me cuenta que ella es Israelí y viene de viajar 7 meses por latinoamerica. No se porque, pero este dato me descoloca, ella está llegando de su viaje y yo empezando el mío.
Le pregunto si está ansiosa por volver a ver a su familia a sus amigos, y con ojos tristes me contesta que no, que no quiere volver. Esto me sorprende y al darse cuenta de mi cara me dice que no hay nada para ver en Israel. Y en el fondo entiendo lo que me quiere decir, lo que siente, porque a mi me pasa lo mismo con Buenos Aires, la siento vacía, gris, sin nada para ver. Estamos las dos sentadas juntas, fascinadas por el mundo de la otra, nacimos intercambiadas.

Y me puse triste, me acordé de la película de Sandra Gugliotta "Un día de suerte". Toda la película gira en torno a las fantasías y ganas de una chica por conocer Italia y cuando llega se da cuenta que es lo mismo que Argentina, solo que en otro lado y con otro idioma.

La fantasía que tengo de que la vida en otro país es distinta, más emocionante, con otros colores. Y en un punto esto es así, estar de turista, ávida y curiosa hace que vea todo de forma distinta.  Pero no tiene que ver con el lugar, sino con una postura de vida.

Hace poco vi un documental con imágenes de Islandia y al ver esos paisajes desolados me sentí infinita, deseo poder estar ahí, tener la paz mental para irme sin ataduras a esa casita blanca sobre un barranco frente al mar, a conectarme con el mundo y nada más.

Pero en le fondo se que esto no me duraría ni una semana, porque soy un bicho de ciudad, porque necesito el ruido, no quiero pensar, no puedo estar con migo misma y la infinidad.

Nunca me voy a sentir en casa, porque mi alma y mi cabeza no se ponen de acuerdo, hay miles de escenarios posibles y saber que está a mi alcance decidir dónde y cómo vivir me bloquea.

Y esta chica que viaja al lado mío me incomoda, porque me enfrenta a la realidad de que en Israel tampoco está lo que busco, porque no se lo que busco y estoy en tránsito perpetuo. Entonces corto la conversación y sigo leyendo la revista mientras el avión despega hacia un país que tampoco será mío.

6 comentarios:

  1. La vida con los demás siempre es como en espejo transversalmente opuesta, pero el mismo reflejo..Me gustó mucho la entrada.

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  2. Muchas gracias! es lindo saber que alguien me lee...

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  3. Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía...

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  4. Disculpa, como dirian en mi pueblo por mamon no te puse lo importante. Genial, escribes muy bien, tienes un seguidor!

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  5. Te encuentro otra vez acá, y solo tengo para decirte dos cosas: 1- Me gustó mucho, es una reflexión profunda y que creo que en parte nos pasa a todos en algun momento.. 2- Un pais, un lugar, una ciudad, no es tu lugar por mas a gusto que te sientas ahi... Un lugar es tuyo cuando vos estás ahi... Vos sos tu lugar, pero solo te sentirás comoda cuando tus pensamientos y sentimientos convivan en paz en tu lugar... (o al menos si no conviven en paz no se agarren a palos vuelta y vuelta.)
    @mar86_valen06

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  6. gracias Mar, esta muy bueno lo que decís, creo que tenes mucha razón...que indo sería unir pensamientos y sentimientos... en mi caso suelen ser incompatibles.

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